LA PAZ ARMADA
A finales del
siglo XIX, el Reino Unido dominaba el mundo tecnológico, financiero, económico
y sobre todo político. Alemania y Estados Unidos le disputaban el predominio
industrial y comercial. Durante la segunda mitad del siglo XIX y los inicios
del siglo XX se produjo el reparto colonial de África (a excepción de Liberia y
Etiopía) y de Asia Meridional entre las potencias europeas, así como el gradual
aumento de la presencia europea y japonesa en China, un estado que para
entonces se hallaba muy debilitado.
El Reino Unido
y Francia, las dos principales potencias coloniales, se enfrentaron en 1898 y
1899 en el denominado incidente de Faschoda, en Sudán, pero el rápido ascenso
del Imperio alemán hizo que los dos países se unieran a través de la Entente
cordiale. Alemania, que solamente poseía colonias en Camerún, Namibia, África
Oriental, algunas islas del Pacífico (Nueva Guinea, las Marianas, las
Carolinas, las Islas Salomón, entre otras) y enclaves comerciales en China,
empezó a pretender más a medida que aumentaba su poderío militar y económico
posterior a su unificación en 1871. Una desacertada diplomacia fue aislando al
Reich, que sólo podía contar con la alianza incondicional del Imperio
austrohúngaro. Por su parte, el Imperio ruso y, en menor medida, los Estados
Unidos controlaban vastos territorios, unidos por largas líneas férreas
(Transiberiano y ferrocarril Atlántico-Pacífico, respectivamente).
Francia
deseaba la revancha de la derrota sufrida frente a Prusia en la Guerra
Franco-prusiana de 1870-1871. Mientras París estaba asediada, los príncipes
alemanes habían proclamado el Imperio (el llamado Segundo Reich) en el Palacio
de Versalles, lo que significó una ofensa para los franceses. La III República
perdió Alsacia y Lorena, que pasaron a ser parte del nuevo Reich germánico. Su recuperación
era ansiada por el presidente francés, Poincaré, lorenés. En general, las
generaciones francesas de finales del siglo XIX y, sobre todo, los estamentos
militares, crecieron con la idea nacionalista de vengar la afrenta recuperando
esos territorios. En 1914 sólo hubo un 1 % de desertores en el ejército
francés, en comparación con el 30 % de 1870.
Mientras
tanto, los países de los Balcanes independizados del Imperio otomano fueron
objeto de rivalidad entre las grandes potencias. El estado otomano, al que los
comentaristas de la época denominaban el «enfermo de Europa», no poseía en
Europa —hacia 1914— más que Estambul, la antigua Constantinopla. Todos los
jóvenes países nacidos de su descomposición (Grecia, Bulgaria, Rumanía, Serbia,
Montenegro y Albania) buscaron expandirse a costa de sus vecinos, lo que llevó
a dos conflictos entre 1910 y 1913, conocidos como Guerras Balcánicas.
Impulsados por
esta situación, los dos enemigos seculares del Imperio otomano continuaron su
política tradicional de avanzar hacia Estambul y los estrechos que conectan el
mar Negro con el mar Mediterráneo. El Imperio austrohúngaro deseaba proseguir
su expansión en el valle del Danubio hasta el mar Negro, sometiendo a los
pueblos eslavos. El Imperio ruso, que estaba ligado histórica y culturalmente a
los eslavos de los Balcanes, de confesión ortodoxa —ya les había brindado su
apoyo en el pasado— contaba con ellos como aliados naturales en su política de
acceder a «puertos de aguas calientes».
Como resultado
de estas tensiones, se crearon vastos sistemas de alianzas a partir de 1882:
La Triple
Entente: Francia, Reino Unido y Rusia.
La Triple
Alianza: Alemania, Austria-Hungría e Italia.
A este período
se le conoce como Paz armada, ya que las naciones europeas estaban destinando
cuantiosas cantidades de recursos en armamentos , y sin embargo, no había
guerra, aunque se sabía que ésta era inminente.
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