jueves, 22 de junio de 2017

Hitler, en el centro del grupo, con la mano en el costado, y sus generales ante la estatua del mariscal de Campo Ferdinand Foch antes de la firma del armisticio. A la derecha de la imagen puede verse una parte del vagón del armisticio.
El armisticio del 22 de junio de 1940 es el nombre de un acuerdo de cese de hostilidades entre las autoridades del Tercer Reich alemán y los representantes del gobierno francés del mariscal Pétain, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, que fue firmado en Rethondes en dicha fecha, en el llamado vagón del armisticio (el mismo en el que se había firmado el armisticio del 11 de noviembre de 1918 que puso fin a la Primera Guerra Mundial). Por la delegación alemana asistieron, Hitler, Göring, Erich Raeder, Rudolf Hess, Von Ribbentrop, Walther von Brauchitsch y Wilhelm Keitel. Paul-Otto Schmidt fue el traductor de Hitler. Por la delegación francesa estuvieron presentes Charles Huntziger, Léon Noel, Maurice Le Luc, Jean Marie Joseph Bergeret y Georges Parisot.
La batalla de Francia, iniciada el 10 de mayo de 1940, había mostrado el abrumador poderío bélico de la Wehrmacht alemana, ante la cual los ejércitos franceses y británicos, anclados en tácticas y estrategias propias de la Primera Guerra Mundial, no habían podido oponer una resistencia eficaz. De hecho, París había sido tomada por los alemanes el 14 de junio, mientras el gobierno francés presidido por Paul Reynaud se establecía en Burdeos. Al divulgarse la noticia de la caída de la capital francesa, diversos líderes políticos franceses abogaron para pedir de inmediato un armisticio a Hitler y romper la alianza con Gran Bretaña. Aunque Paul Reynaud y muchos de sus ministros se oponían a esta idea, los partidarios del cese de hostilidades impusieron su decisión en el Consejo de Ministros y consiguieron forzar la renuncia de Reynaud (quien prefería cesar en el gobierno a pedir la paz a los alemanes), sustituyéndolo por el hasta entonces Ministro de Estado Philippe Pétain, veterano mariscal de la Primera Guerra Mundial.
El nuevo gobierno, presidido ahora por Pétain, pidió a Hitler un armisticio. El III Reich aceptó y estableció en su respuesta las condiciones oficiales de la ocupación alemana de Francia, que resultó dividida en dos grandes zonas, la zona ocupada, bajo control alemán, y la llamada zona libre, bajo la autoridad de la Francia de Vichy.
Además de las dos zonas antes citadas, se distingue el departamento del Norte que queda unido al Gobierno Militar alemán en Bélgica, una llamada «zona reservada» al este (Alsacia y Lorena), la llamada «zona prohibida» a lo largo de las costas del Canal de la Mancha y del Atlántico y una pequeña zona de ocupación italiana.
El avance aliado tras el desembarco de Normandía permitió desde junio de 1944 restablecer la soberanía francesa sobre su territorio nacional y poner fin al régimen colaboracionista del mariscal Pétain.



Operación Barbarroja


La Operación Barbarroja (en alemán: Unternehmen Barbarossa), emprendida el 22 de junio de 1941, fue el nombre en clave dado por Adolf Hitler al plan de invasión de la Unión Soviética por parte de las Fuerzas del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Esta operación abrió el Frente Oriental, que se convirtió en el teatro de una de las operaciones más grandes de la guerra, escenario de las batallas más grandes y brutales del conflicto en Europa. El nombre de la operación es un homenaje a Federico I Barbarroja cuyo nombre está unido al nacionalismo alemán del siglo XIX.
La Operación Barbarroja significó un duro golpe para las desprevenidas fuerzas soviéticas, que sufrieron fuertes bajas y perdieron grandes extensiones de territorio en poco tiempo. No obstante, la llegada del invierno ruso acabó con los planes alemanes de terminar la invasión en 1941. Durante el invierno, el Ejército Rojo contraatacó y anuló las esperanzas de Hitler de ganar la batalla de Moscú. La operación acabó el 5 de diciembre de 1941 con la retirada del ejército alemán.
Tanto Stalin como Hitler eran conscientes que, pese al Pacto de no agresión germano-soviético firmado en agosto de 1939, el enfrentamiento entre ambas dictaduras era inevitable.
Stalin pensaba que Hitler no atacaría a la URSS hasta que no hubiera conquistado Francia y Gran Bretaña. La rápida derrota francesa hizo que Stalin enviara a Molotov a Berlín para emprender más negociaciones y tratar de evitar el ataque alemán. Sin embargo, Hitler había decidido ya la invasión, que, en un principio, se planeó iniciar el 15 de mayo de 1941.
Stalin recibió información de los planes alemanes por diversas fuentes. Espías soviéticos (la célebre red de espías conocida como la "Orquesta Roja") y el propio Churchill le alertaron de la inminente invasión. Stalin, en un acto de gran estupidez, pensó que el líder británico trataba de enfrentarle con Hitler y no atendió a los múltiples requerimientos de preparase para el ataque. Sólo reaccionó cuando el 21 de junio de 1941 las tropas alemanas atravesaron la frontera soviética.
Ese día, tres millones de hombres y 3400 tanques avanzaron organizados en tres ejércitos: el grupo norte hacia Leningrado, el central hacia Moscú, el sur hacia Ucrania. Los éxitos alemanes fueron fulgurantes llegando en otoño a las afueras de Leningrado y Moscú. Las tropas soviéticas adoptaran en su retirada la táctica de "tierra quemada" no había que dejar nada que pudiera ser utilizado por el invasor.
Sin embargo, los alemanes fracasaron en su intento de conquistar un Moscú del que se habían evacuado más de dos millones de civiles. El contraataque soviético rechazó e hizo retroceder a las tropas alemanas. Por primera vez, la guerra relámpago había fracasado. La victoriosa defensa de Moscú dio moral a las tropas soviéticas y a todos los que luchaban contra Hitler.
Las tácticas de guerra fueron desde un principio brutales. La criminal represión nazi fomentó la resistencia a ultranza del pueblo y el ejército soviético. Por otro lado, la ejecución sumaria del general soviético Pavlov y dos de sus colaboradores por haber permitido la ocupación de Minsk en seis días, hizo ver a los oficiales soviéticos que era mejor luchar hasta la muerte que rendirse.





martes, 20 de junio de 2017

20 de junio: Día de la Bandera Argentina



Un poco de la historia de la Bandera Nacional Argentina.



Salud Gral. Belgrano, Salud a mi Patria.

Fallecimiento de Manuel Belgrano

El Día de la Bandera se conmemora cada año en Argentina el 20 de junio. Esa fecha es feriado nacional y día festivo dedicado a la bandera argentina y a la conmemoración de su creador, Manuel Belgrano, fallecido en ese día de 1820. La fecha fue decretada por ley 12.361 del 8 de junio de 1938, con aprobación del Congreso, por el entonces presidente de la Nación Argentina, Roberto M. Ortiz.1 2
A partir del año 2011, por decreto nacional, dicho feriado es inamovible.
La bandera fue creada el 27 de febrero de 1812, durante la gesta por la Independencia de las provincias Unidas del Río de la Plata.
La principal sede de las conmemoraciones del Día de la Bandera es el Monumento a la Bandera, en la ciudad de Rosario (provincia de Santa Fe), lugar en el que la bandera fue izada por primera vez en dos baterías de artillería, ubicadas en orillas opuestas del río Paraná. La celebración consiste de una reunión pública a la que asisten el presidente y miembros de las fuerzas armadas, veteranos de la guerra de las Malvinas, las fuerzas policiales, y una serie de organizaciones civiles.
Después de 14 años, el 20 de junio de 1957, se inaugura oficialmente el Monumento Nacional a la Bandera, en actos oficiales presididos por el dictador Pedro Eugenio Aramburu.
Una serie de actividades previas y posteriores completaron los festejos, convocando a la ciudadanía que siguió todos los pasos de esta ceremonia inaugural. Un gran desfile militar, seguidos de discursos fueron el centro de esta inauguración.
Desde hace algunos años, se incluye el desfile de la bandera más larga del mundo, que es confeccionada de manera comunitaria por la población de Rosario.
En 1812, las tropas a las órdenes de ManolouZancheso comenzaron a utilizar una escarapela bicolor azul-celeste y blanco (colores adoptados por las cintas y escarapelas distintivas utilizadas por los «chisperos» o patriotas adherentes a la Revolución del 25 de mayo de 1810). El mismo Belgrano expresó en un informe oficial que no usaba el rojo «para evitar confusiones», ya que el ejército realista (es decir, los españoles y sus adictos) usaban ese color. El 13 de febrero de 1812 Belgrano propuso al Gobierno la adopción de una escarapela nacional para los soldados y 10 días después la adoptó luego de que el 18 de febrero de 1812 la Junta declarara abolida la escarapela roja y reconoció la blanca y celeste.
Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme a los colores de la escarapela nacional.
Manuel Belgrano.
Los colores de la escarapela, que luego fueron los de la bandera, tienen otro antecedente: eran los que identificaban a los miembros de la Sociedad Patriótica (grupo político y literario de civiles y militares identificados con las ideas de Mariano Moreno). Como sus miembros habían sido desplazados de la Junta en 1811, pasaron a la oposición. Y el Primer Triunvirato eligió el celeste y blanco para la escarapela con una disposición distinta de esa sociedad. Esta última los disponía de este modo: celeste, blanco, celeste. La primera escarapela, se supone, era blanca, celeste y blanca.
Cerca de Macha (en Bolivia), se encontraron dos banderas que se supone eran las que llevó Belgrano hasta el Alto Perú durante su campaña militar. Una tiene la franja central celeste, y la otra, blanca. El Ejército del Norte juró obediencia a la Asamblea del Año XIII con una bandera blanca y celeste. Y esta enseña recién se enarboló en el mástil del Fuerte en 1815. Hasta entonces, allí, flameaba la bandera española. El Congreso de Tucumán, en 1816, adoptó la bandera celeste, blanca y celeste como símbolo nacional que identificaba a la nueva nación. La presencia del sol en el centro de la bandera la adoptó el Congreso, reunido en Buenos Aires, en 1818. Este sol es el mismo que aparecía en la primera moneda nacional acuñada por la Asamblea del Año XIII y luce 32 rayos flamígeros. Hasta 1985 a bandera con el sol era la «bandera mayor» de la Nación, y solo podían lucirla los edificios públicos y el Ejército. Los particulares solo podían usar la bandera sin el sol en el centro. Luego de 1985 el parlamento promulgó una ley por el cual todas las banderas tienen que tener el sol de mayo, mediante esta ley cualquier particular o empresa privada puede acceder a una bandera con el sol, dejando de ser así solo de los organismos estatales.




La Batalla de los campos Catalaunicos

La batalla de los Campos Cataláunicos (también llamada batalla de Châlons o batalla de Locus Mauriacus) enfrentó en el año 451 a una coalición romana encabezada por el general Flavio Aecio y el rey visigodo Teodorico I contra la alianza de los hunos comandada por su rey Atila. Esta batalla fue la última operación a gran escala en el Imperio romano de Occidente y la cumbre de la carrera de Aecio.
El lugar donde tuvo lugar la batalla fue en algún descampado en la margen izquierda del río Marne, cerca de la ciudad de Châlons-en-Champagne, en el Norte francés, aunque se desconoce la ubicación exacta.
El nombre de Atila había llegado a todos los rincones de Europa. Algunos pueblos bárbaros enviaban emisarios con propuestas de alianza, mientras otros buscaban apoyo en el decadente Imperio romano de Occidente. La cristiandad se había extendido por gran parte del continente; tanto el Imperio romano de Oriente como el de Occidente, habían abandonado sus antiguos cultos, al igual que diversos pueblos bárbaros que se habían romanizado y abrazado el cristianismo.
Las noticias de los saqueos y la destrucción que había sufrido el Imperio de Oriente a manos de Atila habían llegado a Occidente. Existía el temor a que los hunos se dirigieran al Imperio de Occidente. No obstante, el emperador de Occidente, Valentiniano III, había entablado negociaciones con Atila para destruir entre ambos el Reino visigodo de Tolosa, en la Galia.
Precisamente, esos mismos visigodos eran los que décadas atrás se habían visto obligados a cruzar el Danubio por culpa de la presión huna, habían derrotado a los romanos en Adrianópolis, habían vagado durante años asolando los Balcanes, habían saqueado Roma en el 410, y ahora ocupaban parte de la Galia. El emperador trataba por tanto de aliarse con los hunos antes de que los visigodos supusieran una amenaza para el imperio.
Aunque las supuestas intenciones de Atila eran las de ayudar a los romanos y de expulsar a los visigodos de la Galia, las auténticas eran apoderarse de los territorios del Imperio de Occidente. Cuando sus huestes se pusieron en marcha hacia la Galia, Aecio hizo gala de su habilidad diplomática consiguiendo una alianza con los visigodos, sus antiguos enemigos, para luchar conjuntamente contra Atila. Mientras tanto, los hunos habían llegado al norte de la Galia y habían comenzado a saquearla. Ciudades como Metz, Reims o Amiens fueron devastadas, y un ejército confederado de romanos, visigodos y un pequeño número de francos, alanos y otros pueblos emprendió camino al norte, dispuesto a enfrentarse a Atila.

El Imperio romano era entonces una sombra de lo que había sido. Corrupto y ajado tras siglos de existencia, agonizaba ante avalanchas de invasores que no podía frenar. Sin embargo, el general Flavio Aecio hizo frente a los ejércitos hunos.