martes, 20 de junio de 2017

La Batalla de los campos Catalaunicos

La batalla de los Campos Cataláunicos (también llamada batalla de Châlons o batalla de Locus Mauriacus) enfrentó en el año 451 a una coalición romana encabezada por el general Flavio Aecio y el rey visigodo Teodorico I contra la alianza de los hunos comandada por su rey Atila. Esta batalla fue la última operación a gran escala en el Imperio romano de Occidente y la cumbre de la carrera de Aecio.
El lugar donde tuvo lugar la batalla fue en algún descampado en la margen izquierda del río Marne, cerca de la ciudad de Châlons-en-Champagne, en el Norte francés, aunque se desconoce la ubicación exacta.
El nombre de Atila había llegado a todos los rincones de Europa. Algunos pueblos bárbaros enviaban emisarios con propuestas de alianza, mientras otros buscaban apoyo en el decadente Imperio romano de Occidente. La cristiandad se había extendido por gran parte del continente; tanto el Imperio romano de Oriente como el de Occidente, habían abandonado sus antiguos cultos, al igual que diversos pueblos bárbaros que se habían romanizado y abrazado el cristianismo.
Las noticias de los saqueos y la destrucción que había sufrido el Imperio de Oriente a manos de Atila habían llegado a Occidente. Existía el temor a que los hunos se dirigieran al Imperio de Occidente. No obstante, el emperador de Occidente, Valentiniano III, había entablado negociaciones con Atila para destruir entre ambos el Reino visigodo de Tolosa, en la Galia.
Precisamente, esos mismos visigodos eran los que décadas atrás se habían visto obligados a cruzar el Danubio por culpa de la presión huna, habían derrotado a los romanos en Adrianópolis, habían vagado durante años asolando los Balcanes, habían saqueado Roma en el 410, y ahora ocupaban parte de la Galia. El emperador trataba por tanto de aliarse con los hunos antes de que los visigodos supusieran una amenaza para el imperio.
Aunque las supuestas intenciones de Atila eran las de ayudar a los romanos y de expulsar a los visigodos de la Galia, las auténticas eran apoderarse de los territorios del Imperio de Occidente. Cuando sus huestes se pusieron en marcha hacia la Galia, Aecio hizo gala de su habilidad diplomática consiguiendo una alianza con los visigodos, sus antiguos enemigos, para luchar conjuntamente contra Atila. Mientras tanto, los hunos habían llegado al norte de la Galia y habían comenzado a saquearla. Ciudades como Metz, Reims o Amiens fueron devastadas, y un ejército confederado de romanos, visigodos y un pequeño número de francos, alanos y otros pueblos emprendió camino al norte, dispuesto a enfrentarse a Atila.

El Imperio romano era entonces una sombra de lo que había sido. Corrupto y ajado tras siglos de existencia, agonizaba ante avalanchas de invasores que no podía frenar. Sin embargo, el general Flavio Aecio hizo frente a los ejércitos hunos.



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