El 16 de enero de 1547, en Moscú, Rusia; Iván IV, mejor conocido como Iván el Terrible, se hace coronar primer Zar de Rusia, rompiendo con los esquemas anteriores basados en poderíos locales (principado de Moscú, por ejemplo). Iván, consciente que su poder era enorme, expandiría su hegemonía militarmente y para eso necesitaba consolidar un nuevo cargo que diera prestigio a su figura como líder, ahí surgiría el cargo de Zar de todas las Rusias en clara referencia al afán conquistador. Una vez coronado Zar, primero chocaría con tribus locales ubicadas tras los montes Urales, luego extendería su dominio al iniciar la “Conquista de Siberia”, tierras vírgenes e inimaginables para los hombres de la época, conquista que sería muy difícil pero que finalmente cerraría por supuesto sin conquistar totalmente Siberia si no el 50% de los que hoy conocemos de esa región.
Adentrarse más allá de los Montes Urales donde nadie conocía nada significó un desafío terrible para la época solo comparable a los navegantes que se adentraban en aguas desconocidas en el siglo XV y XVI. Pese a estar aislado del occidente renacentista, fortalecerá las artes y la cultura, creando decenas de edificios, teatros e incluso iglesias para embellecer Moscú siendo la más destacada la Catedral de San Basilio, además de reformar el Kremlin. Perseguirá a sus opositores con gran crudeza y sobre sus últimos años de vida, será recordado como un hombre totalmente desquiciado que será capaz de asesinar a uno de sus hijos en un ataque de cólera.
Sin embargo fue el hombre que Rusia necesitaba para consolidarse como fuerza regional en el oriente europeo. Con Iván, comenzará oficialmente la larga historia de los zares que se extenderá hasta el siglo XX.
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